miércoles, 29 de julio de 2009

Sacando cuentas… ¿Tardías?

Por Norma Alicia Pimienta
Entrar con 7 millones y salir con más de 900, es como para dar explicaciones, ¿No lo cree usted así, amigo lector, amiga contribuyente?.

Si de igual forma y proporción, se hubiera recibido la caja estatal y se devuelve a la vuelta de seis años con ese crecimiento en billetes, entonces habría cierto equilibrio. En paralelo se habrían enriquecido tanto el mandatario (ampliando la cobertura de sus empresas) como las finanzas públicas. ¿Así fue? ¿Con cuánto se recibió la caja y con cuanto se deja? ¿Podrían haberse hecho obras significativas sin desangrar las finanzas?

Hablar de dinero no es lo más grato que podamos hacer –menos cuando las cuentas no nos favorecen- pero es un acto necesario visto desde cualquier ángulo. Y más cuando se trata de dinero público; de lo que la Ley Hacendaria le arranca al contribuyente, para luego –supuestamente- devolverlo en beneficio social.

Hablar de dinero es un asunto generalmente escabroso, pues alguien a la hora de la verdad saldrá raspado. Quien no haya sido equitativo ni congruente en sus manejos, debe responder ante el escrutinio de la cuenta, cuando no dan los balances.

Estamos en el período de recurrencia sexenal. Sacando cuentas tardías para ver a cuánto ascienden los daños, los excesos. ¿Ya para qué? El gobernador en turno siempre se esmera en entregar un saldo favorable y exitoso para su último informe de gobierno. La ciudadanía en general, los partidos de oposición y los periodistas no oficiales –los pocos que pueda haber- sacando cuentas realistas y poco alentadoras.

Así sucede todos los sexenios de los cuales tengamos memoria. Y los números en billetes son a los contadores lo que las leyes a los abogados; lo que la información a los periodistas cuando su pluma se prostituye. Se les da su manejo según el que mejor pague. El gobierno estatal ha pagado bien. Con el dinero de nuestros impuestos… Pues nunca se ha visto que el funcionario saque de su bolsa para pagar los halagos a su persona.

¿De qué nos sirve en este momento estar sacando cuentas de lo depredador que fue el presente sexenio estatal, si aparentemente ya nada se puede hacer? Ante hechos consumados e impunidad, sólo queda la amargura de corroborar que Sonora no ha ganado mucho desde el 2003 a la fecha. De Rodolfo Félix Valdés, Manlio Fabio Beltrones y Armando López Nogales, las cuentas tampoco fueron muy halagüeñas. Pero por alguna razón no las sentimos tan devastadoras.

Es evidente que no operó solo el gobernador, sino que maniobró y elucubró con todo su equipo de funcionarios y empleados de todos los niveles a quienes cobijó en la nómina. Contó también con la complicidad de dinosaurios priístas a nivel nacional que lo dejaron ser y hacer, aunque fuera en detrimento de su partido, ya no digamos en perjuicio de la comunidad sonorense. Dicen pues, que el miedo también ha tenido mucho que ver. El miedo a perder el empleo, sobre todo, de los que firman la nómina estatal.

Si nos sirve de consuelo, podemos pensar que la utilidad que puede tener el sacar cuentas a estas alturas, es para solicitarle al próximo gobernador, -sea quien sea y del partido que sea- que no siga el ejemplo del anterior ni en estilo ni en forma ni en fondo, al momento de dirigir el destino de nuestro estado. Ingenuos aquellos que creyeron que al subir a la gubernatura un hombre de dinero, éste no tendría más ansias de enriquecimiento.

Si durante los dos primeros años de gobierno de Eduardo Bours, nos dimos cuenta del perfil de su mandato, ¿por qué los ciudadanos lo dejamos continuar hasta el final? Es decir, inmune en su silla de poder hasta los días que actualmente estamos viviendo en el ocaso del período sexenal. Como que nos vimos lentos.

Los sonorenses y todos los mexicanos sabemos que no hay cosa más frustrante, que vivir los últimos días de un sexenio, cuando a los altos funcionarios se les derrite la máscara en su último verano en el poder; es como si se nos terminara el aliento antes de llegar a la meta en una carrera de metros planos. Vivimos la hora cero, las ambigüedades, la zozobra, con toda impunidad la interrupción de los programas sociales, la agudización del desempleo, pues es más emergente (para quien quiere permanecer en el poder a toda costa) destinar recursos a las campañas políticas por debajo del agua y a veces hasta en forma evidente, burda.

La primera cuenta (global) que no checa, se menciona en Dossier Político, en nota de Ulises Gutiérrez, del 6 de junio del presente:

El gobernador Priísta de Sonora, Eduardo Bours Castelo, llegó al gobierno con 7 millones de pesos y se iría con más de 900, aseguró el periodista Álvaro Cepeda Neri, quien este día presentó en Hermosillo su libro ‘El expediente Bours’. La presentación se realizó, dijo, en medio de amenazas de muerte y un boicot de medios de comunicación locales…”.

La presentación de “El expediente Bours” llevada a cabo en un hotel de la localidad, coincidió el mismo día de la tragedia de la Guardería ABC: el 5 de junio del presente. Como ha trascendido, en el incendio-explosión perdieron la vida 48 niños, más otros niños y adultos heridos, algunos de gravedad. A la fecha no ha llegado la justicia por ninguna instancia.

Otra cuenta (muy fuerte por la enorme cantidad) para su análisis, es el dinero que el primer mandatario estatal destinó a periodistas y medios de comunicación, que no siempre pudo comprobar que haya sido para difundir programas oficiales, sino para enaltecer su figura o callar asuntos que no le eran favorables. Laura Islas y Shaila Rosagel, hicieron una investigación al respecto desde Etcétera, misma que fue publicada a finales del 2008. El texto se titula “El gobierno de Sonora compra periodistas”. Entre otras cosas, las jóvenes periodistas exponen:

-Trato servil por parte de los reporteros que reciben dinero.
-El gobierno de Sonora tiene como práctica habitual comprar a reporteros y columnistas.

Esta práctica además de poco ética es violatoria del artículo 134 constitucional, que señala: ‘La propaganda, bajo cualquier modalidad de comunicación social que difundan como tales, los poderes públicos, los órganos autónomos, las dependencias y entidades de la administración pública y cualquier otro ente de los tres órdenes de gobierno, deberá tener carácter institucional y fines informativos, educativos o de orientación social. En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público”.

“…El total de lo gastado en publicidad oficial por Eduardo Bours es más del doble de lo que ofreció para reconstruir la Ciudad de Álamos, abatida por el paso del huracán Norbert (cien millones de pesos). El gasto de un solo año de su gestión es seis veces más que el presupuesto en 2007 de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (La CEDH pidió para ese año un presupuesto de 40 millones, y sólo recibió 9)”.

Cabe mencionar que en los montos a que hace referencia el reportaje, destinados a publicidad y propaganda por parte del Gobierno del Estado, no se hace distinción entre lo que realmente fue oficial y justificado y lo que era un premio a periodistas y columnistas para que éstos hablaran a favor del señor gobernador, o bien, para que callaran hasta la ignominia, asuntos delicados de tráfico de influencias, desvío de recursos o abusos de poder. Hacer la separación de uno y otro concepto es periodísticamente muy complejo. Pero con la información que las periodistas muestran en Etcétera, nos damos idea de estos manejos.

Aunado a lo anterior y en la misma relación hacia medios de comunicación, nunca como en este sexenio se vio tan clara la apropiación de dos medios oficiales: Telemax y Radio Sonora, puesto que el servicio a la comunidad pasó a segundo término para dar paso a los camisas rojas del grupo “Sub 17” (Jóvenes sin experiencia política y con hambre de fama y poder, lanzados por parte del PRI, como idóneos a puestos de elección popular) y del mismo gobernador, con presencia agobiante en todo y para todo en la programación de ambos medios. Por eso nos quedamos con un signo de interrogación cuando el excandidato a la gubernatura de Sonora, Alfonso Elías, “El vaquero” se queja de que no le dieron cobertura en algunos spots y lo expone como argumento para impugnar la reciente elección que no le favoreció. ¿Y las cámaras y micrófonos que tuvo a su antojo durante toda su campaña por parte de Telemax y Radio Sonora, mediante la influencia del gobernador? ¿No se percató de que él tenía un tiempo privilegiado en relación a sus contrincantes, al igual que el Pano Salido?.

En relación a los actos del señor gobernador durante su mandato, las lagunas no quedaron sólo en el ámbito de las finanzas. Gran parte de sus gobernados, han resentido también sus actitudes y desplantes. Si sacamos cuentas también en los efectos de su relación con los ciudadanos, tampoco le es favorable el balance a Eduardo Bours.

Las ofensas que propinó durante todos estos años a quienes no compartían su forma de pensar y de actuar, estuvieron a la orden del día, como es sabido y ha quedado asentado en los medios de comunicación que no pudo controlar; en palabras de los pocos periodistas independientes que afortunadamente todavía tenemos en nuestro medio.

No, no es grato a la hora de sacar cuentas respecto al sexenio que fallece, admitir que no cumplió con lo prometido en campaña. Tampoco es grato aceptar que los sonorenses somos demasiado tibios al permitir el rosario de abusos cometidos. Duele reconocer que como gobernador es muy buen empresario, además de no haberse distinguido por diplomático.

Hasta el jueves 4 de junio –no obstante su proceder inadecuado- todo marchaba bien para Eduardo Bours, con todo bajo control. Él se despediría con honores por parte de sus adeptos e incondicionales. Pero llegó el viernes negro, el viernes 5 de junio, que derramó dolor a toda la comunidad sonorense y sigue causando dolor todavía al sumarse la falta de justicia, la impunidad, a pesar de la dimensión de la tragedia de la guardería ABC.

El 5 de junio cayó la gota que derramó el vaso, y el gobierno de Sonora quedó en evidencia por muchos conceptos, entre ellos el nepotismo, el tráfico de influencias y la negligencia. Sabemos que el municipio y la federación habrán de responder por lo que les toque, pero la avalancha de todo lo que se había contenido en el Estado, de repente se vino encima. Es la situación que estamos viviendo, el sabor ingrato de que gobierno y gobernados, no hicimos lo que nos correspondía. Ni él al tergiversar la función de un gobernador, ni nosotros como ciudadanos, defender nuestros derechos a una vida de calidad y respeto.

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