jueves, 23 de julio de 2009

El Reculón de El Káiser

Había un perrazo pastor alemán que un gringo dejó olvidado en Cajeme y al que el abuelo hizo centinela campeño en el predio agrícola de su propiedad, pero que además, cuidaba las chivas y las gallinas y divertía a los “plebes” que vivíamos en los cobertizos del Campo.

Pastor alemán, y los aires de la postguerra oliendo todavía a pólvora, fue muy natural que al perrazo aquel lo llamaran “el káiser”. Con el paso de los días el tal perro, por su bravura, se convirtió en referencia obligada de los lugareños que elogiaban sus dotes, agresividad y los ladridos a los que poco les faltaba para ser rugidos.

Voy al punto… Don Jesús Noriega, el abuelo, llegó un día con un hatajo de cinco borregas y un borregote que lucía enorme cornamenta arriscada y una alzada que le daba aires parecidos a los de un cimarrón cautivo, que no domesticado.

Apenas bajaban las borregas del troque y “el káiser” enronquecía de ladrarle a las nuevas inquilinas del Campo para amedrentarlas, cuando de repente por arriba de las “racas” brincó el carnero convertido en “cabrón” furioso que arremetió sin piedad contra “el káiser”.

En un instante el garboso can perdió la apostura, metió la cola tapándose el fundillo, el potente ladrido tornó a gruñido débil y lastimero, y acobardado, salió en chinga a buscar refugio en un escondrijo que formaban las gruesas raíces del viejo álamo.

Llego al punto… Hice todo el circunloquio de antes, tan sólo para ilustrar al reculón del Otto Claussen ante la arremetida del borrego Ernesto Gándara. Y como diría el multicitado abuelo: ¡A ver si el hocico le alcanza para recibir las trompadas que le faltan!

El alemancito de Sololoy vino con ánimos perrunos a cumplir las órdenes de desprestigiar el trabajo partidista de Gándara, porque tras bambalinas se sabe que el CEN del PRI tiene a éste en la primera fila para recomponer el cagadero que dejan Eduardo Bours y adláteres.

Cree el iluso tiranuelo que seguirá mangoneando la política en Sonora, cuando todo mundo se desespera porque termine el desgarriate de gestión que arrastra. Por eso manda a sus perros falderos a ladrarle a los únicos activos que tiene el PRI en el estado, los que por cierto son quienes poseen capital político real.

Traje ahora el recuerdo del perro de origen germano y la zurra que le puso el tremendo carnero, porque la anécdota, sin ser fábula, tiene mucho parecido con los acontecimientos recientes de la política regional, y sin mucho trabajo, se ajusta precisamente a las necias realidades que vivimos.

Vale, agur…

Jesús Noriega

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