lunes, 30 de noviembre de 2009

La pobreza del señor Bours

Por Héctor Apolinar Iribe
El ex gobernador Eduardo Bours insiste en participar e influir en la política de Sonora, en particular, al interior del PRI, pero no únicamente dentro de él. También en el gobierno de Guillermo Padrés.

Por supuesto que nadie menosprecia el poder que puede ejercer el señor Bours gracias a su fuerza económica. La empresa Bachoco, de la que él es uno de los accionistas principales, junto con otros más de sus familiares y hermanos, tiene un dominio del mercado del pollo y del huevo que supera ya el 35% del mercado nacional. Las ganancias que eso debe representar anualmente seguramente escapan a la capacidad de la calculadora mental del hombre común.

Sin embargo, en política, el señor Bours es pobre. Lo demostró a lo largo de su sexenio. Él era el único que podía hacer política. Y quien, por vocación propia o formación personal, quería hacer política de acuerdo a las necesidades prácticas que se presentan en el quehacer gubernamental, era nada menos que un traidor, un desleal, o, peor, un “dinosaurio”.

Parecía que Eduardo Bours había inventado la política (oh Roma, oh París y Londres) y que sólo él era capaz de las más brillantes ideas para renovar la política mexicana, superando a todos los forjadores de la Constitución de 1824 y, por supuesto, de la de 1917, para no hablar de los pusilánimes como Luis Echeverría y José López Portillo, a quienes consideraba unos “inchis” populistas, devaluadores empedernidos a perpetuidad. Bueno, nada que decir del pobre de Felipe. (¿Jelipe who?)

El pueblo sonorense (porque existe, eh) aceptó que Bours gobernara el estado, confiando en que era un hombre de bien, un empresario católico, de buenas familias, que haría lo que estaba a su alcance por el bienestar de Sonora.

Sin embargo, a lo largo de su ejercicio de gobierno se encontró que el gobernador Bours lo menosprecio, porque lo creyó parte de una clientela del mugroso PRI y, en especial, sospechoso de simpatizar con Manlio Fabio Beltrones quien, con su populismo y raterismo, había estropeado o pervertido la política estatal. Dos apellidos igualmente extraños chocaban en territorio sonorense.

Ay de aquél que le hiciera un reconocimiento al gobierno de Beltrones. Si alguien elogiaba los edificios del centro de gobierno, por alguna razón, era víctima del seguimiento del C-4, y si era necesario, del C5, dirigido directamente por el mandarín, “Chu fu” Lam, asesorado por una Pléyade de ambiciosos que querían hacerse de riqueza y de poder por la ruta de la seda.

Aquél colaborador que más “beltronistas” era capaz de detectar o de encontrar, era premiado o reconocido. Quien no presentaba caballeras beltronistas, era sospechoso o un burócrata inepto.

Y así, Sonora, se vio deslizándose por el tobogán de la infamia y la paranoia, a la que no había llegado plenamente, a pesar de algún gobernante desastroso o invisible.

Eduardo Bours tuvo, sin duda, el privilegio de gobernar a Sonora y de utilizar todos los recursos del gobierno para impulsar las ideas que consideraba más adecuadas para el mejoramiento de los sonorenses. Tal vez otros, tenían más méritos que él. Por esa razón, Bours debe calmar sus caballos, como se dice aquí. Ya tuvo su oportunidad, todo lo demás es un exceso. Y todo exceso hace daño a Sonora.

http://www.dossierpolitico.com/vercolumnas.php?artid=69372&relacion=dossierpolitico&mas=292