lunes, 15 de junio de 2009

Puerto Peñasco. ¿Lavadora a lo bestia de la administración de los Robinson-Bours?

Álvaro Cepeda Neri.

La voracidad de los Robinson-Bours, a menos de dos años para que termine la “era” de los “gemelos”, Eduardo, el (des)gobernador y Ricardo, el dueño del fideicomiso, no tiene llene. Ahora van por la Isla Tiburón, posesión comunal de los seris por decreto federal de 1975, para lo cual buscan y gestionan, subrepticiamente, ante la Secretaría de la Reforma Agraria, la terminación de esa posesión. Y es que Puerto Peñasco ya se les hace poco para las inversiones a trasmano y por interpósita persona (es decir: prestanombres). En otra nota me ocupé de la Isla Tiburón. Aquí se trata de pasarle revista a la estructura hotelera instalada en Puerto Peñasco y que la depredadora administración de Robinson-Bours ya autorizó que se llame “Rocky Point”...

Son más de 40 proyectos levantados de cara al Mar de Cortés, al que los Robinson-Bours prefieren llamar Golfo de California, nombre que da más “caché” y que cotiza más entre los turistas estadounidenses, para los que Bours está construyendo la nueva carretera costera desde San Luis Río Colorado hasta Bahía Kino, San Carlos y Guaymas, teniendo como punto clave conectar a Puerto Peñasco con el turismo de Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y Colorado.

Parece un “inocente” proyecto de la industria sin chimeneas. Pero, los Robinson-Bours, se han apoderado de las zonas urbanas y costeras más redituables con sus socios-cómplices que se cobijan en el fideicomiso Impulsor (ver el cuadro anexo con nombres, apellidos, nexos familiares y compadrazgos). Lo que está en juego es la rapiña más devastadora, ya que la entidad ha sido prácticamente comprada, robada, por los Robinson-Bours, dejando endeudado al gobierno por cinco sexenios, para que los próximos gobernadores sólo se dediquen a pagar la multimillonaria deuda “negociada” por Pedro Aspe, Mario Laborín y, por debajo de la mesa, Luis Téllez. Trío que trabaja para los Robinson-Bours.

Por lo pronto Puerto Peñasco, “Las Vegas” de Bours, se está publicitando en las revistas de turismo estadounidenses, en Canadá y Europa, presentándolo como el Rocky Point del noroeste mexicano: un paraíso en el desierto con vista y acceso al mar. No solamente para atraer turistas, como parece, sino también como carnada para quienes buscan nuevos medios para el “lavado” de dinero, producto del narcotráfico, secuestros, prostitución y hasta el negocio de la pederastia.

Puerto Peñasco cambia de dueño de una semana a otra. Se compran y venden franquicias hoteleras, construcciones, espacios comerciales y hasta la franja costera. En el Seminario Internacional de Prevención de Lavado de Dinero y de Financiamiento al Terrorismo celebrado en el Puerro de Acapulco (El Financiero: 8/X/07), el director regional de la International Compliance Association para América Latina comentó “que el crimen organizado se mueve con profesionalismo y un alto presupuesto, que se mezcla en todo el tejido social”. Y que esa criminalidad está incursionando en renovar formas de “lavar activos de forma legal”.

En el “paraíso de mar y desierto” de Puerto Peñasco ya se ensayan esas formas. A tal grado, que los sonorenses que se atreven a comentar, enterados de lo que pasa en la punta geográfica de Sonora, hablan de que ese centro de recreo para millonarios (como el asilo para ricos que se proyecta en Pitiquito, a la altura de Puerto Libertad, a unos pasos de Puerto Peñasco, en coinversión del Impulsor de los Bours y la firma estadounidense Rockingham Asset Management), es una “lavadora” gigante para “blanquear” dólares y dinero mexicano. Todo a través de la compra-venta y venta-compra en un círculo vicioso de hoteles incluso en maquetas, terrenos y comercios. Todos los días hay inversiones en Puerto Peñasco, donde está por concluirse la construcción del nuevo aeropuerto que, con autorización de Luis Téllez desde la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, manejará el Grupo Mayan Palace.

De cara al Mar de Cortés o Golfo de California se levantan las estructuras hoteleras, invalidando la prohibición constitucional cuando se trata de extranjeros y estos son los que, traspasando constantemente la propiedad, se ostentan como tales con la protección del gobierno de Robinson-Bours. Y atrás de esa hilera de hoteles se están levantando otros, ganándole espacio al desierto de Altar, con centros comerciales y una rápida urbanización, sin garantizar el abasto de agua potable, dada la gravísima escasez de líquido en Sonora.

Pero Robinson-Bours, antes de irse, a dos años justos de su partida, mueve a su hermano Ricardo y al fideicomiso Impulsor, sustentado en un montón de ilegalidades y complicidad con los Laborín Gómez, Mario y Jorge (sus cuñados), los Zaragoza, los Tapia, los Mazón (Ricardo, el compadre), los Platt y otros, para apurar el Plan Peñasco donde se construyen condominios. Existe, pues, “un fenómeno de auge inmobiliario”, que hace sospechar, por el constante cambio de dueños, de un singular procedimiento para el “lavado” de dinero hasta en la compra-venta-compra de restaurantes.

Puerto Peñasco está siendo una “lavadora” que ni Al Capone imaginó en sus años en Chicago y ha despertado un gran interés en los Robinson-Bours, urgidos de que ese centro vacacional se desarrolle para beneficio de sus socios de Cajeme y su cabecera Ciudad Obregón, más unos cuantos de Hermosillo e inversores estadounidenses. El Comité Técnico del Fideicomiso Impulsor, capitaneados por el (des)gobernador y su hermano Ricardo.

http://www.sonora.contralinea.com.mx/archivo/2007/noviembre/htm/lavado_dinero_Bours.htm

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